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Un día sin Música (no la echas en falta hasta que se va)

Hace un par de años, en mayo de 2015 los músicos de España se pusieron de acuerdo para anular sus conciertos en protesta para pedir la bajada del IVA cultural (del 21% al 4%). Pero claro, pese a la larga lista de participantes en esta curiosa protesta la música seguía su curso. 

 

La radio, la televisión, el móvil, los anuncios, las personas a las que nos gusta cantar en la ducha… Por muchos artistas que se sumasen a esa iniciativa y enviasen fotos amordazados a sus redes sociales, la música siempre sigue ahí. Y ese es el problema. ¿Qué valor le puedes dar a algo que das por hecho?.

 

La música es inherente a todas las actividades; nos rodea, nos envuelve, nos acompaña cada día… Se usa como recurso para influenciar nuestra conducta, nos acelera o nos relaja según la situación. Nos lleva de viaje a otras épocas, situaciones, lugares… Nos sirve como arma de seducción, ambienta nuestras películas favoritas, videojuegos, momentos íntimos… Siempre hay un tema perfecto para acompañar.

 

La expansión de internet y los mass media han hecho que escuchar y conseguir música sea algo tan sencillo que se da por hecho en nuestras vidas de una manera ordinaria. Eso provoca que iniciativas como ésta de la que os hablamos (Un día sin música) hayan caído en el olvido (el año pasado ya ni se intentó y en 2017 no veremos nada similar) y no causaran el efecto deseado por los propios artistas en su momento. La música llega sola, esa es la conclusión a la que llegan los usuarios, no hay que esforzarse, ni buscar, ni desmarcarse del resto. Se ha convertido en un «derecho universal», y todos los esfuerzos de los creadores para sacar adelante nuevo material se obvian, se devalúan y pasan a un segundo plano.

 

Pero pongámonos por un segundo en la tesitura de poder apagar la música a todos los niveles un solo día. Que desapareciese por completo. Que las películas no llevasen banda sonora, que la televisión se limitase a voz. Que en los campos de fútbol la gente no cantase. Que la radio sólo diese noticias, sin cuñas, ni cabeceras. Que se borrasen todas las listas de reproducción. Un verdadero día sin música.

 

En ese caso la situación daría un vuelco importante. El día sin música pasaría de ser algo anecdótico a llamar la atención de todo el mundo. Se convertiría en un día temido en el calendario. Un sentimiento de represión nos recorrería el cuerpo cada vez que llegase una fecha tan señalada. Nos daríamos cuenta de lo mucho que nos ayuda, de lo mucho que nos libera, de cómo nos hace sentir, de cómo nos acompaña y nos acoge con su calor. Le daríamos más importancia, y los 364 días restantes nos preocuparíamos de darle el valor que merece. Probablemente nos preocuparíamos por apoyar a las iniciativas culturales, por personalizar más nuestros gustos y no dejarnos llevar por lo que nos venden como «bueno» y establecer nuestro propio criterio.

 

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Y es que la música nos hace libres, nos hace sentir, nos hace vernos de manera diferente al resto, define en parte nuestra personalidad. Y si dejamos de darle la importancia que merece en nuestras vidas nos convertiremos en un número más.

 

Yo os invito a intentarlo; pasad un día sin música. No va a ser fácil, hay que aislarse de muchas cosas, pero es posible (y no vale cantar ¿eh?). Y os prometo, que cuando al día siguiente la música vuelva a entrar en vuestras vidas, nada será igual y estaréis sedientos de la vibración que os causa, tendréis más claro qué os apetece escuchar y le daréis a este arte maravilloso el lugar que se merece… Al menos por un día.



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